Título versión española: Estrellas en mi
corona
Año: 1950
Duración: 86 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Jacques Tourneur
Guión: Margaret Fitts y Joe David Brown,
a partir de la novela de Joe David Brown
Música: Adolph Deutsch
Fotografía:
Charles Edgar Schoenbaum
Reparto:
Joel McCrea, Dean Stockwell, Alan Hale, Ellen Drew, Lewis Stone, James
Mitchell, Amanda Blake, Ed Begley, Connie Gilchrist, Charles Kemper
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Película no estrenada en las salas
comerciales de cine en España (aunque sí ha sido emitida en las cadenas de
televisión), Stars in my Crown (1950) es un título sobresaliente en la
historia del cine, una obra maestra,
por decirlo en dos palabras. Y, a mi juicio, el mejor trabajo del director Jacques Tourneur. Sí, sí, incluso por
superior a su film más renombrado, Retorno
al pasado (Out of the Past, 1947).
Ocurre que esta soberbia cinta constituye un clásico del género policiaco, lo
que no es poco. Pero, Stars in my Crown apunta más alto
todavía: es un clásico total, una obra realizada en estado de gracia, una
síntesis maravillosa de buen oficio y de emoción a flor de piel. Una obra
que debe verse.
Y es el caso
que la conmovedora historia contenida en Stars in my Crown supone
a su vez, para los protagonistas y el espectador, un retorno al pasado…
Una voz en off abre el film con aires de nostalgia y nos
acompaña durante todo el metraje. La añoranza del pasado, de los viejos
tiempos en una infancia feliz, habla en boca del personaje John
Kenyon, quien toma cuerpo de mocedad en un pueblo sureño de Estados Unidos,
papel encarnado por Dean Stockwell, entrañable y muy buen actor
infantil. Nos cuenta aquellos maravillosos años de la adolescencia en que,
según confiesa el chaval a un amigo, echados ambos sobre un monte de heno
tirado plácidamente por un carro, que sí fuese Dios, haría que todo el año
fuese verano, estación cálida y de recreo continuo.
Sólo
pensando en ir a pescar con el viejo vecino negro Famous (Juano Hernández),
descubriendo el mundo con los compañeros de aventuras, esperando la llegada de
los feriantes ambulantes que les transporta a un firmamento de magia y
prodigios, y volviendo a casa donde le aguarda una enorme tarta de chocolate
sobre la mesa de la cocina. También cantando los domingos en la iglesia Stars
in my Crown y otros himnos de la alegría.
En el hogar
y la vida de John —también en la parroquia— está, por encima de todo y en lugar
preferente, Josiah Gray (Joel McCrea), pastor de la iglesia, a quien toma por
—y quiere como— a un padre. Parson/Gray es persona gentil y un tipo fuerte y
valeroso, su héroe, a quien sigue y cuyos gestos y movimientos imita: deliciosa
secuencia en la que uno tras otro pasan el dedo por la superficie del pastel recién
preparado en la cocina, y así saborear el dulzor del chocolate, tanto como la
complicidad de la travesura compartida.
La novela
escrita por Joe David Brown y la
versión cinematográfica de Stars on
my Crown realizada por Jacques Tourneur, remiten a grandes clásicos de la literatura
y el cine, a los mundos recreados por Mark
Twain (Tom Sawyer y Huckleberry Finn),
por Thornton Wilder (Our
Town; historia llevada al cine en 1940 por Sam Wood), también por Harper
Lee, autora de la novela Matar a un ruiseñor (1960), llevada al cine por Robert Mulligan en 1962. Muchos son los
paralelismos que pueden trazarse en estos casos, entre algunos otros más.
Porque si el joven John es un sosias de los héroes del río Mississippi y el
pueblo de Stars in my Crown es nuestra ciudad, la "ciudad en la cima" del imaginario norteamericano, Josiah Gray es,
sin ninguna duda, el referente y modelo del celebérrimo Atticus Finch.
Stars in my Crown contiene múltiples, ricas y evocadoras facetas en una narración rebosante de contrastes. Porque lo que en otras manos
fuese conformado una dulzona, sensiblera y aun cursi cuento rural de hadas y
habas, en este maravilloso film hállase un
inteligente y enternecedor relato de tan alta humanidad que no oculta ni
maquilla los conflictos que en ella concurren ni sus lados oscuros.
Gray es
Parson (pastor religioso), pero al mismo tiempo, veterano de la Guerra Civil
americana, hombre duro y con principios que no se deja amedrantar fácilmente. Ni
tampoco que corta de usar un cuchillo, empuñar el látigo o desenfundar el
revólver cuando es menester a fin de imponer el orden y la justicia en la
comunidad.
Su relación, por ejemplo, con el joven doctor Kalbert Harris (James Mitchell) sugiere un choque de competencias, una aguda contienda entre religión/fe y ciencia/razón, que acaban armonizándose. Ambos personajes tienen sus criterios y puntos de vistas propios, pero, asimismo, sus dudas e incertezas, sobre la vida, en general. Y, en particular, en cómo afrontar la epidemia de fiebres tifoideas que golpea a los habitantes de la localidad.
Hermosísima la secuencia en la que el médico sale de la vivienda de la maestra —y novia— Faith (Amanda Blake), quien ha contraído la enfermedad y ha sido desahuciada por el propio doctor, cruzándose en la puerta con Gray, que le releva. Arrodillado al lado de la cama de la falleciente Faith, Parson reza en silencio. De pronto, los visillos que cubren las ventanas de la habitación se hinchan por efecto de una suave y saludable brisa, un soplo de vida llega hasta la cabecera de la muchacha, quien poco a poco comienza a despertar del sueño, a revivir.
Su relación, por ejemplo, con el joven doctor Kalbert Harris (James Mitchell) sugiere un choque de competencias, una aguda contienda entre religión/fe y ciencia/razón, que acaban armonizándose. Ambos personajes tienen sus criterios y puntos de vistas propios, pero, asimismo, sus dudas e incertezas, sobre la vida, en general. Y, en particular, en cómo afrontar la epidemia de fiebres tifoideas que golpea a los habitantes de la localidad.
Hermosísima la secuencia en la que el médico sale de la vivienda de la maestra —y novia— Faith (Amanda Blake), quien ha contraído la enfermedad y ha sido desahuciada por el propio doctor, cruzándose en la puerta con Gray, que le releva. Arrodillado al lado de la cama de la falleciente Faith, Parson reza en silencio. De pronto, los visillos que cubren las ventanas de la habitación se hinchan por efecto de una suave y saludable brisa, un soplo de vida llega hasta la cabecera de la muchacha, quien poco a poco comienza a despertar del sueño, a revivir.
La gente del pueblo de Stars on my Crown es, por lo general,
simpática y hospitalaria, pero no faltan granujas, como en todas partes. Hay un grupo de villanos,
capitaneados por un tipejo que hostiga al viejo Famous con el propósito de que
le venda su propiedad para así ampliar un negocio. El humilde pero perseverante
Famous se resiste una y otra vez a la oferta, llegando a ser intimado por
sujetos disfrazados de fantoches del Ku Klux Klan para quebrar su voluntad. No
menos notable es la secuencia en la que Gray/Parson, observado por el joven John, hace frente a la turba, no con
violencia, sino con una inteligente estratagema en la que va revelando, por sus
nombres, la identidad encapuchada de los bribones, logrando hacerles retroceder
y que vuelvan a sus casas.
Gray no es
abogado ni es mundialmente conocido, como lo es Atticus Finch. Pero, sabe
resolver situaciones beligerantes y peligrosas con energía e ingenio, sin
recurrir a la violencia. Al menos, en algunas ocasiones, como en ésta. Un película de cinco estrellas.
Menudas referencias leo, Fernando. Nada, a ver si me cruzo pronto con ella por algún canal...
ResponderEliminarUn saludo
Esta película, Mara, es todo un clásico. De ésas que, como suele decirse, "deben verse"...
EliminarSalucines
A medidas que iba leyendo tu reseña, recordaba esas pelis de Mulligan sobre la infancia. Finalmente, confirmas el parecido. Pues tomamos nota porque además parece un ejercicio interesante el buscar el aire de familia con todos los títulos que citas.
ResponderEliminarSalucines
Visioné 'Stars in my Crown" hace años y me gustó mucho. Más recientemente, volví a ella y, amigo deWitt, ha sido una auténtica re-velación...
EliminarSalucines