Título original: Sparrows
Año: 1926
Duración: 84 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director:
William Beaudine
Guión:
Winifred Dunn, George Marion Jr., C. Gardner Sullivan
Música: Jeffrey
Silverman, dirigida por Hugh Munro Neely
en la Rouse Philharmonic. (versión restaurada 2012)
Película
muda
Fotografía:
Hal Mohr, Charles Rosher, Karl Struss
Reparto:
Mary Pickford, Roy Stewart, Mary Louise Miller, Gustav von Seyffertitz,
Charlotte Mineau, Spec O'Donnell
Producción: Pickford Corporation
Muy meritoria y loable empresa la que están llevando a cabo varias compañías como The Criterion Collection o Milestone Films, empleadas a fondo en la tarea de restauración y relanzamiento comercial de títulos clásicos del cine, en especial, películas correspondientes al periodo silente, deterioradas y/o arrinconadas en un ángulo oscuro de un almacén por su dueño tal vez olvidadas. Cintas que hoy puede disfrutar el cinéfilo con excelente calidad en formato DVD y BluRay. A dicha labor se han sumado conocidos estudios (Zoetrope Studios de Francis Ford Coppola &c), así como emprendedoras instituciones públicas (Société Generale des Films &c).
Además de la importancia en sí de la
recuperación y puesta al día de tales obras cinematográficas, hay que reparar
en un valor añadido: el notable trabajo de composición de partituras musicales, realizadas ad hoc en las mencionadas ediciones. De entre éstas, son
particularmente soberbias las firmadas por Carl
Davis. Recuérdese que por su propia condición, la “película muda” no
contenía banda sonora en el momento de estrenarse, siendo puesta
la música en vivo en cada proyección.
Una muestra de estos valiosos oficios
es la película proyectada esta semana en Cinema
Genovés. Una obra maestra que no tiene ya excusa desconocer por ningún buen
aficionado al cine: Gorriones (Sparrows,
1926), largometraje dirigido por un director hoy apenas recordado, William Beaudine, y producido e interpretado
por la gran estrella Mary Pickford,
en uno de los trabajos más sobresalientes de su filmografía.
Entre el cuento de hadas y el cine de terror, la película traslada al espectador
a un universo sobrecogedor, de pesadilla, perfectamente presentado por los
intertítulos que abren el film con estas palabras:
«La contribución del Diablo a la creación
del mundo fue cierto terreno cenagoso, una obra maestra del horror. Y el Señor,
apreciando tamaña labor, permitió que existiera. Luego, el Diablo se superó a
sí mismo y llevó al Sr. Grimes a vivir en el pantano.»
El Sr. Grimes (Gustav von Seyffertitz) es una especie de ángel caído, de ser
diabólico expulsado del paraíso y confinado a los infiernos. Regenta, cual
despótico y malvado personaje nacido de la cabeza de Charles Dickens, un
singular orfanato rodeado de tierras cenagosas, donde se respira un aire
malsano. El personaje es presentado con
la simplicidad y emotividad propias del mejor cine silente. Acaba de
recibir la carta de la madre de uno de los niños confinados en aquel penoso penal. La
pobre mujer se disculpa por no poder enviarle dinero, al haber estado muy
enferma. Leí, añade en el papel, algo sobre una granja de niños que
apaleaban a las pobres criaturas, pero yo sé que usted trata bien a mi Amy. A
falta de monedas, la madre confundida adjunta a la misiva una sencilla muñeca de trapo, hecha por ella misma. El Sr. Grimes, que
da grima verle, exprime con una mano la amorosa carta, mientras con la otra
estruja la cabeza de la muñeca, hundiéndola en las arenas movedizas que
circundan la abominable hacienda.
La mayor en aquel
desolador asilo es Mama Mollie (Mary Pickford),
adolescente que oficia de hermana mayor de la prole cautiva, casi como una
madre, de ahí el sobrenombre. La muchacha cuida y protege a la prole en cuanto
está en su mano. Les consuela y conforta, recordándoles que no están solos ni
desamparados, que han de tener fe y confianza en poder salir de aquel infierno
algún día, porque el Señor es misericordioso y no se olvida de sus criaturas,
por pequeñas que sean, ni siquiera de los gorriones,
de ahí el apodo de los niños de Mama Molly. La Pickford tenía entonces treinta y cinco años, pero su extraordinaria interpretación, así como el buen obrar
de fotografía y la planificación de las escenas, consiguen presentarla en la pantalla como una
candorosa doncella, frágil pero brava.
El hospicio recoge niños abandonados y expósitos, pero, asimismo, se nutre de pequeños raptados por los secuaces del
Sr. Grimes al objeto de trabajar la tierra en régimen de esclavitud. Malnutridos
y medio desnudos, les hace laborar sin compasión en la miserable granja. La última
víctima recluida en la inclusa maldita es Doris Wayne (Mary Louise Miller). El
padre (Roy Stewart), ha denunciado la villanía y la policía sigue el rastro
hasta las proximidades de los dominios del Sr. Grimes. Alertado éste del hecho por sus
compinches, opta por deshacerse de la niña, ofreciéndola como alimento
al voraz estómago de las arenas movedizas. Es entonces cuando Mama Molly toma la gran decisión: reúne a la pequeña gran familia y organiza la huida
del cautiverio.
Cual Moisés en miniatura, Mama Molly,
con coraje, guía al grupo subyugado en una particular travesía por el desierto —en este caso, un peligroso pantano, infectado de insania e infestado de caimanes— en busca de la tierra que le tiene prometida a los niños. La persecución resulta épica
y lírica a la vez. Mama Molly lleva sobre sus espaldas a Doris, mientras dirige
la comitiva que el abominable Sr. Grimes rastrea como un sabueso. La fuga termina,
finalmente, sobre las aguas de un río, cuando no se llame Nilo. Buscando
escondite en una barcaza, Mama Molly y la fiel infantería son todos rescatados por
los agentes del orden. El Sr. Wayne (el rico viudo Wayne), que acompaña a la
policía, intenta abrazar a su linda nenita rescatada. Pero, ay, la Mama Molly,
como una leona, se resiste con energía. No van a quitarle a su niña. Porque
ella es su verdadera madre: la Mama Molly…
Final feliz. La pequeña Doris parece estar de acuerdo
con el dictamen de la joven, y no acepta
recibir alimento como no sea de manos de Mama Molly, y en el improvisado
biberón confeccionado por ésta: un botellín vacío de whisky y la punta del
dedo de un guante de goma, debidamente perforado, como tetilla. Que traigan a la
muchacha, ordena el Sr. Wayne. ¿Quieres quedarte en la casa, Molly, y cuidar de
Doris? Pero Molly no está dispuesta a abandonar al resto de la camada. Sólo acepta el trato a cambio de que acojan a todos los demás
hermanos. Pero, ¡son diez…!
Gorriones, una
obra maestra del cine que combina con gran destreza distintos géneros (comedia,
terror, religioso, épico, cuento de hadas), es un claro precedente de otra obra
sublime estrenada bastantes años después: La noche del cazador (The
Night of the Hunter, 1955). La presencia en la única película dirigida por
Charles Laugthon de Lillian Gish
(superestrella, a su vez, del cine silente), en un papel que remite a la Mama
Molly de Mary Pickford en Gorriones, no puede pasar desapercibida para ningún
cinéfilo ni tomarse por una casualidad.
Hola querido Fernando, como me gusta Mary Pickford, en realidad adoro a estas actrices del cine mudo, porque sin palabras, tenían que gesticular más y sus gestos eran más visibles y dramáticos, aunque entiendo que hoy en día, a mucha gente se les hace pesado; y esta peli LOS GORRIONES, una auténtica delicia, recordar a otra actriz del mudo que me encanta y ganadora de un Oscar, Ganet Gaynor y por supuesto toda la carrera de Greta Garbo, antes del sónoro: EL DEMONIO Y LA CARNE, LA CALLE DE LA ALEGRÍA, unas auténticas joyas y la llamada el " Lirio de la pantalla " la infatigable Gillian Gish, excelente papel en LA NOCHE DEL CAZADOR, ahí que ver como dispara contra Mitchum y ya era una anciana.
ResponderEliminarSalucines.
Ya veo, querida Susan, que te gusta lo bueno. En efecto, el gran público de nuestros días no está acostumbrado al cine silente. Sin embargo, no hay cine más puro que el cine mudo...
EliminarSalucines