Título original: The
Far Country
Año: 1955
Duración: 97 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Anthony Mann
Guión: Borden Chase
Música: Joseph
Gershenson
Fotografía: William
Daniels
Reparto: James
Stewart, Ruth Roman, Corinne Calvet, Walter Brennan, John McIntire, Jay C.
Flippen, Henry Morgan
Producción: Universal Pictures
James Stewart es,
a mi parecer, uno de los mejores actores de la historia del cine. Junto a Spencer
Tracy y Clark Gable, compone el trío de ases de la
interpretación masculina que colma mi olimpo cinematográfico. Stewart,
larguirucho, un tanto patoso, cuerpo elástico como una caña de bambú, no tiene
complexión ni físico de galán. Tampoco posee una anatomía de atleta. Ni una
particular vis cómica. Lo contrario de un rostro trágico. Es, nada más y nada
menos, un actor.
Y acaso, ay, no haya actor tan versátil y camaleónico
como Stewart; sea haciendo de Charles Lindbergh, de Glenn Miller, de Monty
Stratton, sea encarnando que papel que le pongan por delante. En todo
momento se muestra solvente, creíble y resuelto, no importa el género
cinematográfico que acometa: comedia, musical, drama, aventuras…, western.
Trabajó a las órdenes de los mejores directores de la historia: Lubitsch,
Wilder, Hitchcock, Ford…, Mann.
Aunque no
personifica el héroe del western (John Wayne) ni sea el hombre del Oeste
(Gary Cooper), Jimmy Stewart protagonizó cinco de los más memorables
títulos en el género. Justamente, dirigidos por Anthony Mann: Winchester-
73 (1950), Bend of the River (Horizontes
lejanos, 1952), The Naked Spur (Colorado Jim,
1953), The Far Country (Tierras lejanas, 1955), The
Man from Laramie (El hombre de Laramie, 1955).
Como es conocido —y sabido—, Mann tuvo la gran habilidad de hacer aflorar del alma y el cuerpo del actor su faceta feroz, su lado salvaje. Una traza que hasta entonces mantenía oculta —o, al menos, menguada—, en beneficio del rol que le caracterizaba: un tipo simpático y pacífico, buena gente, un hombre afable y bondadoso, un ciudadano ejemplar (véase, en particular, la películas con Frank Capra).
Como es conocido —y sabido—, Mann tuvo la gran habilidad de hacer aflorar del alma y el cuerpo del actor su faceta feroz, su lado salvaje. Una traza que hasta entonces mantenía oculta —o, al menos, menguada—, en beneficio del rol que le caracterizaba: un tipo simpático y pacífico, buena gente, un hombre afable y bondadoso, un ciudadano ejemplar (véase, en particular, la películas con Frank Capra).
Aaron Rosenberg, James Stewart, Anthony Mann y William Daniels |
La serie
de westerns Mann- Stewart introduce un notable cambio en el arquetipo establecido. Una serie
que podría dividirse en dos partes: las tres películas producidas por Aaron
Rosemberg para la Universal: Winchester- 73 (1950) Horizontes
lejanos (1952) y Tierras lejanas (1955),
con guión de Borden Chase; y los dos films restantes: Colorado Jim (1953.
M. G. M.), con guión de Sam Rolfe y Harold Jack Bloom, y El
hombre de Laramie (1955. Columbia Pictures), escrita por Philip
Yordan y Frank Burt.
No resulta a menudo fácil distinguirlas, debido, principalmente, a que comparten temáticas parejas y comunes escenarios (tierras altas, cumbres nevadas, caravanas, ríos caudalosos), actores de reparto, y, claro está, el patrón del personaje principal interpretado por Stewart: un hombre con pasado que ha renunciado al futuro (aunque lo encontrará); violento y aun feroz cuando se le provoca; un ser solitario y errabundo; huraño y hasta antipático; héroe a la fuerza; calmado (y con esfuerzo) sólo por quien de verdad le estima y confía en él (sea un amigo o escudero, sea la chica).
No resulta a menudo fácil distinguirlas, debido, principalmente, a que comparten temáticas parejas y comunes escenarios (tierras altas, cumbres nevadas, caravanas, ríos caudalosos), actores de reparto, y, claro está, el patrón del personaje principal interpretado por Stewart: un hombre con pasado que ha renunciado al futuro (aunque lo encontrará); violento y aun feroz cuando se le provoca; un ser solitario y errabundo; huraño y hasta antipático; héroe a la fuerza; calmado (y con esfuerzo) sólo por quien de verdad le estima y confía en él (sea un amigo o escudero, sea la chica).
Es
recomendable, por tanto, visionar una tras otra y con continuidad las cinco
películas de la serie, o revisarlas, como he tenido el gusto de hacer yo,
recientemente. El resultado es espectacular y muy gozoso para el buen aficionado
al cine; especialmente, al western. He seleccionado en la presente entrada de Cinema
Genovés, The Far Country (Tierras lejanas, 1955), por la
sencilla razón de que se me antoja un título escrito con señalada maestría
(espléndido trabajo de Borden Chase), en la que la transformación del
personaje de Jeff Webster (James Stewart) resulta muy sobresaliente, en
particular tras la muerte de su fiel compañero de fatigas (una especie de
Pepito Grillo del héroe), interpretado por un inconmensurable Walter
Brennan.
El
itinerario que conduce la caravana hacia Alaska permite sacarle todo el
esplendor a un paisaje maravilloso, teñido de sangre por los truhanes de turno.
Resulta, asimismo, singularmente lograda la relación sentimental con la
protagonista femenina (Ruth Roman), menos convencional y más sugerente
de lo habitual, y que ofrece una de las mejores secuencias del film (de
interiores, frente a lo que define el perfil del cine de Mann): a poco de embarcar
en un paquebote fluvial, Webster, a quien los oficiales del navío le pisan los
talones, es protegido y ocultado por una resuelta y hermosa mujer (la Roman,
ciertamente espléndida) metiéndose ambos en la cama, él tapado por ella y sin
quitarse las espuelas…
El crítico
francés, André Bazin, declaró en cierta ocasión: «Dadle a [Anthony]
Mann un paisaje, una montaña y un itinerario. Y ya tendremos una obra maestra».
Le faltó añadir a dicha lista el nombre de James Stewart.
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