En plena
Segunda Guerra Mundial, enardecido el feroz Holocausto que tenía lugar en
decenas de campo de exterminio, Ernst Lubitsch filma una
hilarante comedia sobre el nazismo, titulada Ser o no ser (To
Be Or Not To Be, 1942). Hoy sigue entusiasmando y divirtiendo a todo buen
aficionado al cine. La mayoría de críticos e historiadores de cine la
consideran, por lo demás, una de las cumbres de la producción cinematográfica,
ya de por sí soberbia, del director berlinés. Con todo, la película fue
recibida en el momento de su estreno con división de opiniones, y no pocas
críticas, más que nada por motivos extra-cinematográficos, por razones de
oportunidad.
Todo aquel
que conocía a Lubitsch sabía de su sorna y socarronería, era testigo de ella y
a veces, también, víctima. Tampoco ignoraban que era un judío que despreciaba
abiertamente a los nazis, así como toda forma de totalitarismo. Un personaje
libre de toda sospecha, pues. ¿Pecó, no obstante, de inoportunidad, de
precipitación al acometer en ese preciso momento tan doloroso
asunto? ¿Quedó aquí probada o en evidencia la legendaria
elegancia del humor lubitschiano?
Día
del pre-estreno del film. Momento en que el oficial alemán Ehrhardt, «campo de
concentración» (Sig Rumann), manifiesta el juicio que le merece la
producción teatral de Joseph Tura (Jack Benny) que da título al film: «Nosotros
estamos haciendo con Polonia lo que él ha hecho con Shakespeare». La sala de
cine quedó enmudecida. Corría el año 1942. El diario The New York
Times publicó una reseña de Ser o no ser que
incluye este comentario: «Casi podría pensarse que Mr. Lubitsch ha adoptado la
actitud de hacer reír caiga quien caiga».
Relata el
biógrafo del cineasta, Scott Eyman, que tras la proyección,
Lubitsch, el productor de la película y algunos amigos, entre los que estaba Billy
Wilder, se reunieron en un club nocturno de Sunset Boulevard en Los Angeles
(California) para «hacer la autopsia» de la preview. Sólo Vivian,
la esposa por entonces de Lubitsch, se atreve a decir con franqueza lo que
pensaba sobre el asunto: la desafortunada frase en cuestión debía ser
eliminada. El resto de los presentes estuvo de acuerdo con Vivian. A Lubitsch
le temblaba el puro en la boca, pero no dio su brazo a torcer. La película
seguiría adelante, sin enmienda alguna, tal como estaba:
«Me pareció
—afirmó más tarde— que la única manera de que la gente oyera hablar de los
sufrimientos de Polonia era hacer una comedia. El público sentiría compasión y
admiración por las personas que todavía eran capaces de reír en medio de la
tragedia». (Scott Eyman, Ernst Lubitsch: risas en el paraíso,
traducción de Marta Heras, Plot, Madrid, 1999, págs. 290 y 291).
Charles
Chaplin era de
la misma opinión de Lubitsch, si bien cada cual con su particular sentido del
humor y su propia manera de hacer películas. De hecho, dos años antes, el
cineasta inglés había realizado El gran dictador (The
Great Dictator, 1940), donde el cómico no sólo parodia a Adolf Hitler y sus
hazañas, sino que haciéndose pasar por él (¿poniéndose en su lugar?) lanza el
discurso final, un elogio de la democracia, el cual, por lo que a mí respecta,
sigo juzgándolo tosco y ampuloso; grotesco, en el peor sentido de este término.
¿Inoportuno, también?
Poco después
de finalizar el rodaje de Ser o no ser, teniendo en
perspectiva el estreno mundial de la película, Carole Lombard,
protagonista femenino del film (y esposa, a la sazón, de Clark Gable),
fallece, junto a su madre, la tripulación y el resto del pasaje, en un
accidente de aviación. La consternación entre el equipo de rodaje es mayúscula.
Sin embargo, la vida debe seguir y el espectáculo, continuar. The
show must go on… Aunque no sea del mismo modo, como si nada
hubiese pasado.
Pero, otro
fragmento del guión vuelve a encender las alarmas. En determinada secuencia de
la película, Maria Tura, personaje que interpreta Lombard, como procurando
tranquilizarse a sí misma cuando su amante, piloto de aviación británico
interpretado por el actor Robert Stack, parte para una misión,
pregunta ingenuamente: «¿Qué puede pasar en un avión?». Palabras
fatídicas, inoportunas, sin duda, a la vista de la tragedia acontecida poco
después. Nueva reunión en la cumbre, el equipo directivo responsable de Ser
o no ser delibera. En esta ocasión, sin muchas dudas, controversias ni
dilaciones, la línea desdichada del diálogo es suprimida del montaje final; en
esta ocasión, sin oposición del director.
Scott
Eymann, en la biografía citada relata los hechos con estas palabras: «La muerte
de Lombard hizo necesario realizar un pequeño trabajo de reedición en Ser
o no ser para ocultar la supresión de una frase especialmente
desafortunada: “¿Qué puede pasar en un avión?” Esto añadió otros 35.000 dólares
al presupuesto. El coste total de Ser o no ser subió a
1.022.000 dólares». (op. cit., pág. 288). La frase infeliz, incorporada posteriormente al montaje del film, puede escucharse en las
ediciones que circulan y se proyectan en la actualidad.
¿Será la
comedia, acaso como ningún otro género artístico, materia de tiempo y de
oportunidad?
Fragmento incluido en el libro Cine, espectáculo y 11-S (Amazon-Kindle, 2012)
Una reseña excelenta para una película que se merece todas las alabanzas. No conocia la anécdota de la frase pero se entiende que en ese momento la suprimieran. y ¡qué cierto es que sólo con el humor se pueden abordar ciertos temas!.
ResponderEliminarSalucines, Fernándo
Gracias por el comentario, querida amiga. Lamento haberlo puesto tarde. Estaba traspapelado entre el correo...
ResponderEliminarCinema sin Abril, parece como vacío...
Salucines
Gracias por el comentario, querida amiga. Lamento haberlo puesto tarde. Estaba traspapelado entre el correo...
ResponderEliminarCinema sin Abril, parece como vacío...
Salucines