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lunes, 30 de noviembre de 2015

ENVUELTO EN LA SOMBRA (1946)


Título original: The Dark Corner
Año: 1946
Duración: 99 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Henry Hathaway
Guión: Jay Dratler, Bernard C. Schoenfeld
Música: Cyril J. Mockridge
Fotografía: Joseph MacDonald
Reparto: Lucille Ball, Clifton Webb, William Bendix, Mark Stevens, Kurt Kreuger, Cathy Downs, Reed Hadley, Constance Collier, Eddie Heywood
Producción: 20th Century-Fox Film Corporation


Con la obra cinematográfica de Henry Hathaway (1898-1985), suele ocurrir algo común a los directores calificados de «artesanos», esto es, cineastas tenidos por demasiado comerciales, muy productivos para los estudios en que trabajaron y artífices de un cine tan variado como entretenido. Sucede, digo, que comúnmente sólo son recordados por un reducido número de films famosos, quedando en la sombra y sin revisar con atención el conjunto de su filmografía. Con semejante actitud, y a propósito de Hathaway, no es de extrañar que films como The Dark Corner (en la versión española: Envuelto en la sombra, 1946), hagan honor a su título.

Aun con la traza de serie B, la película seleccionada esta semana en Cinema Genovés es un trabajo muy notable que merece ser ponderada como merece. Característico policíaco, subgénero detective privado, cuenta con una cabecera de reparto muy efectivo y competente —Lucille Ball, Mark Stevens, Clifton Webb, William Bendix—, aunque la única estrella de la misma (la protagonista femenina) no sea habitual en este tipo de films. Los demás sí lo son, hasta el punto de Clifton Webb prácticamente calca en esta ocasión el papel llevado a cabo en el clásico Laura (1944), dirigido por Otto Preminger



Reconociendo, asimismo, su relevancia, no es tampoco este capítulo (el casting) lo más valioso del film. Tampoco el argumento, ajustado al patrón del género y no menos alambicada que su coetánea El sueño eterno (The Big Sleep, 1946), realizada por Howard Hawks, si se me permite hacer un nuevo cotejo.




Bradford Galt (Mark Stevens) es un detective de poca monta que intenta sacar adelante una agencia, cuyo principal atractivo está sentado a la entrada de la oficina: su secretaria Kathleen Stewart (Lucille Ball). Durante el desarrollo de la trama principal, el protagonista recibe una llamada telefónica en relación con el caso, mientras atiende a dos clientes, madre e hija, que le plantean un rutinario asunto de pelea familiar, lo cual nos da cumplida noticia, en una secuencia breve y cruzada, de la categoría y escala profesional del despacho. Por si esto fuera poco, en el arranque de la historia no es el detective quien sigue al sospechoso sino el sospechoso quien le sigue a él.



También le persigue a Galt un pasado oscuro desde el otro lado del país, en California, donde fue engañado por su colega de oficio en un turbio asunto, purgando su error con dos años de cárcel. Ahora, en Nueva York, tiene que volver a empezar, aunque el pasado vuelve a hacer acto de presencia (complicado con otros aditivos locales), como si él hubiese sido el culpable del embrollo y no la víctima. No estamos, pues, ante un héroe impoluto ni un detective ejemplar, lo cual no obsta para que la secretaria haya caído prendada por sus encantos masculinos y resuelva, finalmente, y con firme determinación, el enredo en que nuevamente se ha visto involucrado.

El detective Galt lleva trajes gastados y retocados con aguja e hilo, y su oficina, según observa con sarcasmo un oficial de policía que le sigue los pasos, disfruta de “buenas vistas”: las ventanas están a pocos metros de las vías del metro de superficie, cuyo rumor metálico y chirriante lleva sin interferencias hasta el interior del edificio. 

He aquí, por cierto, un elemento verdaderamente a destacar en el film: la banda sonora. Por dicho término entendemos no sólo la partitura original, sino los ruidos y las músicas que enriquecen la ambientación de la película. Hay un par de secuencias que tienen lugar en night clubs, en las cuales escuchamos memorables interpretaciones jazzísticas a cargo de muy estimables orquestas. En una de ellas, Kathleen no le pide al detective que descubra el nombre de la pieza interpretada, sino que repare en la calidad de la misma. Asimismo, las escenas de interior son amenizadas por canciones de moda, provenientes de la radio encendida en un rincón oscuro de la estancia, que no vemos mas sí escuchamos.


Con todo y en suma, todavía falta señalar el principal aliciente de la cinta: la magnífica fotografía que, junto a la diligente dirección a cargo de Hathaway, asegura una impecable y aun virtuosa sucesión de secuencias. El director de fotografía, Joseph MacDonald, y Hathaway se entienden a la perfección. Los juegos de luces y sombras, de transparencias y trasluces, de dobles imágenes merced al empleo de espejos, todo ello recrea con limpidez las oscuridades de un caso del cual sale, finalmente, bien librado (y mejor acompañado) el detective Galt, interpretado con no menos pulcritud por Mark Stevens, actor secundario fallecido en España en el año 1994. 




Un interesante policíaco muy recomendable.



2 comentarios:

  1. Incesante en tu búsqueda de "tesoros" cinematográficos, amigo Genovés.
    El film que nos reseñas me resulta muy atractivo. Tengo la sensación de haberlo visto pero no puedo asegurarlo. Tomo nota porque es un cine que me interesa. Ya con las primeras imágenes, la melodia inicial y ese fotografía en b/n, el juego de sombras..me resulta muy sugerente la historia, asi como los fotogramas que has incluido. Tiene todos los códigos de un noir.
    Siempre es de agradecer tu trabajo "arqueológico" rescatando estas piezas.

    Salucines

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    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario, amiga Abril.

      Sí, ya sabes, yo, como soy, ejem, muy antiguo, sigo con mi "arqueología" de clásicos. Y soy también el primero en pasmarme al comprobar la cantidad de buenos títulos que desconocía o había olvidado.

      Salucines

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